Tomar decisiones parece algo automático, pero cuando el estrés se acumula, esa claridad mental que damos por hecha empieza a fallar. Notas que te cuesta pensar con calma, que reaccionas más rápido de lo que te gustaría y que todo te parece urgente. No es falta de capacidad: es tu cerebro funcionando bajo presión. El estrés activa mecanismos que te ponen en modo alerta y reducen tu habilidad para analizar, priorizar y elegir con tranquilidad.
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